“San Isidro”, el tradicional y castizo barrio algecireño, donde las fantasías y las realidades se hallan en un cruce imaginario de cuatro caminos: la cruz del centro de su plazoleta, ha sido testigo del nuevo punto de partida de “Tito Muñoz” uno de los perfumes latentes de la poesía y las letras en el corazón de muchos.
En una de esas noches andaluzas, aromatizadas de poemas, símbolos y estrechos versos, a veinte pasos de un pasado que me abraza y que no olvido junto a las deliciosas canciones primitivas que arrullaban los jilgueros de la Calle Libertad número veintiséis, hoy día sin número y con el nombre de Ana, a saber de la posible relación con la que fuese Ana Ruíz Serrato, procedente de la que fuese pedanía rondeña hasta el 19 de diciembre del 2014, señora de Francisco Rabaneda Pérez inquilino de aquella casa de principios del siglo XX, y en una plazoleta que yo no pisaba desde el año 78, treinta y siete años después la mancillada palabra libertad recobra aún más sentido cuando el palpitar de los versos y la belleza de las letras se convirtieron en el estandarte que empuñó nuevos y soleados horizontes.
Ante la emocionada mirada de Inmaculada Nieto Castro, sobrina del emblemático Flores “El Gaditano”, a fuego lento como se cocinan las mejores comidas en cazuelas de barro y sobre una brasa candente con olor a leña y carbón, en la castiza Plazoleta de San Isidrode Algeciras, se ha montado un tugurio donde el publicista Sorolla Quiñones-Montoya, “Tito Muñoz” recibe un sentido, querido y sensible homenaje presentado por Rosario Pérez Villanueva en el que participan una sublime tribu de artistas, cantautores, escritores y músicos de la talla de las grandes figuras del arte.