Juan José Téllez Rubio… historiador, ensayista, investigador, periodista, escritor y poeta es una de las voces más armónicas y serenas que he tenido el placer de conocer; un disfrute para los sentidos artísticos, tal vez, por esa esencia que todo hombre renacentista cultiva a lo largo de los años, aderezando, con el conocimiento y la defensa de la humanidad, al más exquisito de los placeres: la literatura.
Juan José Téllez quien se vincula al periodismo desde mediados de la década de los 70′, tras estudiar la carrera de Historia en la capital gaditana, la pequeña Habana, comienza a proliferar en el mundo de la comunicación de modo magistral y sublime, siendo uno de los estandartes, junto a su voz y su exquisita pluma literaria, de los derechos humanos, la cultura y el antibelicismo.
Juan José Téllez un alma con «Corazón de Olivetti«; un Quijote en el siglo XXI; un indómito defensor de sus ideales; un alma flamenca repleta de fidelidad a las letras, al desgarro que seis cuerdas quebrantan la paz del silencio y dulcifican el bálsamo del sonido; un corazón desbordado por la fragancia de una guitarra apasionada por su artesano: el mentor que cada madrugada hace girar la magia del aire; Juan José Téllez quien en su juventud impelió con afán de superación revistas como: “Jaramago”, “McClure” y “Cucarrete” no es más que el envoltorio delicioso de un alma cándida, llena de bondad y pulcritud, que teje con belleza todo aquel sentimiento de libertad y armonía entre hermanos. Es el testigo en vida de la verdadera historia de Paco de Lucía, y otras grandes biografías de personajes destacados por su refinada y sensorial estilográfica.
Juanjo Sánchez © 10 de mayo, 2016
Globales Reina Cristina de Algeciras.
Creo cada vez en menos ideas, pero en las pocas que me quedan creo mucho. Lo único cierto es que nadie tiene toda la razón todo el tiempo. Aprendí periodismo en las viñetas de «Lucky Luke», en aquel diario del Far West cuya imprenta atacaban los forajidos y cuyo lema era: «Independiente siempre, imparcial nunca». Dirijo la programación del Centro Andaluz de las Letras. De hecho, me dedico también a la literatura pero, ¿el periodismo no lo es también?
Juan José Téllez Rubio
ENTREVISTA A JUAN JOSÉ TÉLLEZ por Nuria Ruíz
¿Qué significa para usted haber nacido en Algeciras?
Todo lugar de nacimiento es casual. Hay quien se fanatiza con el azar de su cuna, pero yo no pertenezco a esa estirpe. Mi vinculación con los lugares tiene más que ver con la fascinación por un paisaje o la complicidad vital con su gente. En el caso de Algeciras, también se une a todo ello la infancia que, como alguien subrayó ya hace tiempo, es la patria profunda de los seres humanos. En la Algeciras de mi niñez, descubrí la dignidad del suburbio, el cine en funciones dobles, los libros que no había en mi casa, la música, el teatro, el boxeo, el toreo, la ternura de mis padres, la monotonía de los días escolares, la libertad de las vacaciones, la rabia por la destrucción de los edificios que amaba y por un río al que encerramos bajo un sepulcro de hormigón. También allí, el mar se vino a vivir conmigo para siempre. Admito que existe el genius locci, que la atmósfera de un territorio acaba por construir tu carácter o tu estilo. Yo aprendí cosmopolitismo en la acera de la marina, cuando era un niño y por allí pasaban marineros de toda suerte, chilabas marroquíes, los primeros turistas o los ingleses que iban y venían a Gibraltar. ¡Qué mejor escaparate del mundo! Por eso digo a menudo que mi patria es la del Estrecho, ese ámbito que lleva desde Algeciras a Cádiz, desde Tánger a Tetuán, desde Gibraltar a Ceuta, qué mejor escuela para intentar ser universal.
¿Desde que es presidente del CAL observa el mundo de la cultura desde otra perspectiva?
Bueno, no soy presidente del «Centro Andaluz de las Letras» sino director artístico. El director emérito sigue siendo Pablo García Baena. Cuando era joven, formé parte del mundillo de la contracultura, que pretendía ofrecer una alternativa de gestión y de divulgación cultural muy diferente a la de la administración. Lo curioso es que, a los veinte años, aprobé unas oposiciones para convertirme en funcionario de la delegación especial del ministerio de Cultura en el Campo de Gibraltar y en ello trabajé durante diez años, aunque me quité a tiempo para ejercer el periodismo desde la empresa privada. Ahora, he vuelto a la gestión pública de la cultura, con la misma carga de contradicciones. Pero tampoco será para siempre.
Ha tocado prácticamente todos los géneros literarios ¿Con cuál se quedaría si tuviera que elegir un libro suyo o de otros, para marcharse a una isla desierta? ¿Y por qué?
Suelo decir que a mi no se me ha perdido nada en ninguna isla desierta. Mis libros ya no son míos. Para mi, han significado cosas muy distintas en diferentes momentos de mi vida. Y supongo que a los lectores les ocurrirá lo mismo. Creo que tendría que formularle esa pregunta a ellos. En cualquier caso, recurro a los géneros en función de lo que quiera contar. Un poema, para mí, es un alma cargada de futuro y un artículo periodístico, un arma cargada de presente. En un ensayo biográfico, descubro mis propias vivencias en la vida de otros. En una narración, las vidas de otros alimentan la mía. Nunca escribiría un reportaje para seducir sino para sublevar. Y un verso probablemente no pueda mover montañas pero seguro que mueve y remueve el corazón que lo merezca.
Ha conocido a grandes de la literatura de las Dos Orillas. Usted comentó de Mohamed Chukri: “Era Chukri, y no pude sino dejarme fascinar por aquel individuo tan valleinclaniano, como un perfecto Max Estrella.” ¿Puede ser que el personaje supere, en este caso, al mito del hispanista “maldito” de Marruecos?
José Luis Delgado Guitart y su mujer Margie me abrieron la casa de Paul Bowles, en el Inmueble Itesa de Tánger. A través de sus puertas, entré en un mundo distinto, los restos del naufragio de aquella ciudad internacional, cargada de leyendas, en donde Mohamed Chukri era uno de sus principales iconos. La penúltima vez que nos vimos fue durante la visita de José María Aznar a Tánger, al comienzo de su segundo mandato, el que acabó con la chusca guerra del Perejil y con la terrible guerra de Irak. El acudía como insólito invitado a un encuentro de Aznar con la sociedad tangerina y yo cubría aquel viaje para el grupo Joly. Nos reímos mucho por vernos en aquella circunstancia, después de haber frecuentado otros paraderos menos nobles de Tánger. Hubo otro Tánger distinto al de ambos, el de los españoles como Ramón Buenaventura o José Hernández, con quienes tuve la suerte de pasear sus calles de hoy, al tiempo que rememoraban las del pasado. Chukri fue un hispanista sentimental, más que académico. Y un escritor también universal, más que marroquí.
Ha escrito varios libros sobre su paisano y amigo Paco de Lucía, donde por supuesto incluye a Camarón ¿Ha dejado algún secreto guardado sobre ellos que algún día pueda ver la luz?
Claro que guardo secretos. Yo escribo libros, no participo en programas de la televisión basura. Aunque lo mismo me sería más conveniente y enriquecedor hacerlo. Lo esencial de ambos genios ya he intentado contarlo de muchas maneras, aunque no sé si lo habré logrado. Tal vez algún día refiera anécdotas personales, pero que nadie espere demasiado morbo. No soy un chivato. Lo que ocurre en Las Vegas, se queda en Las Vegas.
Hoy en día ¿Se siente más periodista o más escritor?
No hay fronteras entre el periodismo y la literatura. Suelo decir que soy un vividor y en ese lote englobo toda mi alma. Y parte de mi cuerpo.
En campaña como estamos desde hace un año, y lo que nos queda, no hemos escuchado a ningún político “mojarse” por la cultura. ¿Es la cultura una prioridad de segundo nivel?
En términos generales, interesa la cultura como espectáculo. El Estado siempre ha sentido la necesidad de controlar la cultura o de perseguirla. Ahora, no le hace falta porque su impacto social es mínimo. Los intelectuales ya no constituyen ninguna referencia y ni siquiera los actores de cine parecen molestar a los poderosos de hoy, al menos hasta el grado que molestaban a los poderosos de ayer. Así que, como el neoliberalismo ha decidido la liquidación de lo público, el modelo de gestión cultural que hemos conocido hasta ahora quedará obsoleto. La cultura y sus creadores volverán a la autosuficiencia, al amateurismo o a la busca de mecenazgos privados. Ya está ocurriendo. En Europa, pretenden implantar el modelo anglosajón que estriba en que las grandes empresas se conviertan en patrocinadores de grandes eventos culturales y que ahorren dicha partida a los contribuyentes. Así que no será extraño que cualquier compañía de seguros organice una exposición de Velázquez o que una marca de cerveza pague una temporada del Teatro Real de Madrid. ¿Qué ocurrirá, sin embargo, con los escritores, con los artistas minoritarios, con los cómicos de la legua? Estamos volviendo a una situación pre-democrática. De hecho, tras la última reforma de las administraciones locales, la cultura vuelve a ser un gasto voluntario de los ayuntamientos, no una primera necesidad como venía ocurriendo hasta el año pasado. Nadie, sin embargo, se manifiesta en la calle porque hayan reducido las lecturas poéticas, las exposiciones de grafiteros o las conferencias eruditas. Nadie ha organizado una marea de la cultura. Habrá que hacerlo, aunque no sirva para mucho.
¿El periodismo y la literatura son mundos paralelos o convergentes?
Sólo en un país tan mentecato como el nuestro se le ocurre establecer fronteras entre la música popular o la música culta, o entre la literatura y el periodismo. Mark Twain, Charles Dickens, Gustavo Adolfo Bécquer, José de Espronceda,Mariano José de Larra, Emile Zola, Pedro Antonio de Alarcón, Benito Pérez Galdós, Ernest Hemingway, Colombine,Manuel Chaves Nogales, Ramón J. Sender, Kapuscinki, Svetlana Alexiévich, Gabriel García Márquez, José Saramago, ¿qué fueron, escritores o periodistas? Ambas cosas. Suelo decir que el mejor periodismo es literatura y que la mejor literatura también es periodismo.
¿Cómo se consigue ser de izquierdas, no tener “pelos en la lengua” y que todo el mundo lo respete sea de la ideología que sea?
En los tiempos que corren, ignoro si soy de izquierdas, porque ya no sé donde está la izquierda. Me siento antediluviano, anacrónico, como un antiguo soldado confederado o como un carlista que ya no supiera cuál es su guerra. Sigo creyendo en las viejas palabras de Federico García Lorca, que una vez le oí declamar a La Cuadra en mi instituto de Cádiz: “Siempre estaré con los que no tienen nada y hasta la tranquilidad de la nada se les niega”. He coqueteado desde niño con los poderosos, pero nunca consiguieron domesticarme. Quizá por eso me respetan. Vengo de una generación que creía en que lo importante de la democracia no era tanto el gobierno de las mayorías como el respeto a las minorías. Yo soy minoritario, lo he sido siempre, aunque haya colaborado con instituciones de muy diferente signo político. Sigo creyendo profundamente en las ideologías, pero no entiendo que el que no comparta la mía sea mi enemigo, ni siquiera mi adversario. Tan sólo tiene entre sus manos otro minúsculo fragmento de verdad. La única verdad posible es el mosaico que reconstruimos con todas esas teselas que cada uno o cada una lleva en su corazón. Nadie tiene la razón todo el tiempo. Georges Brassens creía que había que morir por las ideas pero, lentamente, de forma natural porque, probablemente, con diez minutos de conversación quizá habría cambiado de ideas. En el único poder en el que creo es en el de la palabra, el del instinto de conservación y en la esperanza cierta en que la realidad que no nos gusta merece ser transformada. En ese viaje he coincidido con mucha gente, de muy distintas creencias. Quienes son presuntuosos, autoritarios, mendaces, mangantes o perfectamente idiotas, no me interesan, pertenezcan al partido que pertenezcan. A los restantes, yo no les llamo rivales, sino que suelo llamarles amigos. En cualquier caso, no todo el mundo respeta mis criterios, afortunadamente. También tengo el grato placer de contar con enemigos que merecen serlo. Quizá sean los menos, pero me encanta que existan.
¿Qué metas tiene para el 2016?
En febrero, aparecerá en Cuba un nuevo libro mío, “María Zambrano, razón de vida”, una aproximación biográfica a la filósofa andaluza cuando van a cumplirse 80 años de su llegada a la isla. Esta obra, que amplía otra anterior que ya publiqué en España, será presentada en la Feria del Libro de La Habana. Probablemente, a lo largo del año, también publique “Las cantigas profanas”, un nuevo libro de poemas. Lo demás, todo será vivir o sobrevivir, intentar ser feliz o conseguirlo. Depende de cómo el destino baraje sus cartas.
Unas palabras sobre la revista Hércules.
Os doy la enhorabuena por esa iniciativa. He participado en la creación de numerosas revistas en el Campo de Gibraltar y en otros lugares de la provincia o del Estado. Aquí, formé parte del Colectivo del Sur, que promovió la revista Cucarrete, con José Chamizo, Manuel Jesús Ruiz Torres, Pepe Guerra, Juan Gómez Macías y muchos más. Pero también de muchas otras publicaciones alternativas como “Goma”, con Andrés Ojeda y Juan Luis Llorens, o la revista “Almoraima”, de impecable trayectoria académica. Hércules creo que recoge a la perfección un doble espíritu, el de innovación creativa y el de reflexión sobre un ámbito de un territorio que me interesa mucho, el que trasciende las fronteras desde la convicción de que ninguna de ellas merece la pena que exista. Y no sólo me refiero a las fronteras físicas sino a las de pensamiento y el estilo. Enhorabuena por ser heterodoxos.
Nuria Ruíz Fernández © Enero 2016
Entrevista realizada por la periodista y escritora, Presidenta de la Asociación Hércules de las Artes y las Letras y directora del programa de radio, en Radio Alameda de San Roque de Cádiz, «Arte y Cultura aunando orillas por Nuria Ruíz» para el Nº 10 de la Revista Hércules Cultural en el primer trimestre del año 2016.